Del futuro como predicción al futuro como diseño
“Debes dar a luz a tus imágenes. Son el futuro que espera nacer. No temas la extrañeza que sientes. El futuro debe entrar en ti mucho antes de que suceda. Solo espera el nacimiento, la hora de la nueva claridad.”        Rainer Maria Rilke
                                                                                                                        
 
Recuerdo claramente la primera vez que vi Volver al futuro. Yo era muy joven, pero algo en esa película me marcó: la posibilidad de imaginar lo que todavía no nace, de intervenir en el tiempo, de que una decisión en el presente pudiera transformar el porvenir.
No entendía nada de teorías de sistemas ni de diseño de futuros, pero sí sentí algo que aún me acompaña: la intuición de que el futuro no es un lugar al que se llega, sino algo que se construye con intención.
Años después, trabajando con líderes, me doy cuenta que esa capacidad de imaginar futuros posibles y actuar en coherencia con ellos, no es un lujo creativo: es una necesidad estratégica.
¿Cómo liderar cuando el futuro no está claro? Creo que hace falta algo más que visión: se requiere consciencia para imaginar el mañana en construcción.
Durante años, nos acostumbramos a pensar en el futuro como una línea recta que simplemente “llegaría”. Como si el tiempo fuera un tren que avanza, con nosotros como pasajeros intentando adivinar la próxima estación. Pero algo está cambiando. Los líderes que hoy se hacen preguntas distintas no solo quieren anticipar lo que viene: quieren participar en su diseño. Están aprendiendo a cultivar presencia plena e imaginar escenarios alternativos sin caer en el miedo ni en la fantasía. Han entendido que el futuro no es algo que está fuera de nosotros y se espera, sino que se ensaya, se conversa, se prototipa.
Dicen que la mejor manera de predecir el futuro es empezar a crearlo. En esta era de aceleración tecnológica, ya no basta con responder al cambio, necesitamos urgentemente aprender -de manera colectiva- a anticiparlo, a ver y a dialogar con lo desconocido.
Este artículo nace desde esa inquietud. Soy una aprendiz curiosa que no tiene certezas ni respuestas cerradas, pero sí muchas preguntas y una clara intención: explorar qué significa liderar desde lo emergente, antes que desde la inercia del pasado, para que el futuro no nos sorprenda dormidos.
Para eso quiero convocar miradas que amplíen el mapa y nos ayuden a ver lo invisible. Desde quienes han pensado la anticipación como acto ético y colectivo, hasta quienes nos recuerdan que todo diseño de futuro es también un reflejo de nuestra conciencia.
Tal vez la pregunta ya no sea cómo predecir lo que viene, sino cómo asumir que estamos contribuyendo a crearlo.
Conversaciones de frontera: donde el futuro comienza a tomar forma
Hay conversaciones que no repiten el pasado. Parten de preguntas que molestan, abren y expanden. Son conversaciones de frontera: esas que nos colocan en los bordes del presente para intuir lo que aún no ha tomado forma.
En estos espacios se hace visible lo invisible. Hablamos de lo que todavía no sabemos nombrar del todo, exploramos futuros posibles y ensayamos nuevas formas de ver, sentir, decidir y liderar. Va más allá de solo imaginar, se trata de aprender a conversar desde el presente con el futuro en mente.
Las conversaciones de frontera no ocurren en soledad. Son sociales, sensibles, a veces incómodas. Requieren ciertas condiciones: apertura emocional, escucha profunda, una presencia que no se fuga ni se defiende, coraje para sostener lo incierto, humildad radical para conectar con el orden implicado detrás de lo aparente… y el futuro que quiere emerger. Algunas veces surgen al preguntarnos:
· ¿Qué conversaciones aún no hemos tenido en nuestra organización por miedo a lo que podrían mostrar?
· ¿Qué paradigmas damos por obvios que, si los soltáramos, abrirían nuevos mundos posibles?
En tiempos de inteligencia artificial, donde la gran tentación son las respuestas rápidas, estas conversaciones se vuelven aún más necesarias, porque a veces la velocidad puede ser enemiga del sentido. Si no creamos espacios para pensar en colectivo y generar cointeligencia aumentada (tal como comenté en mi artículo anterior), terminamos repitiendo patrones del pasado con herramientas del futuro.
Diseñar desde lo inédito
El pensamiento futurista se trata de diseño consciente. No es predecir o adivinar, sino crear condiciones para que aparezcan nuevas posibilidades. Es tener el coraje de imaginar lo que aún no existe, y la disciplina para cultivar el lenguaje que lo haga existir.
Stuart Candy, futurista australiano y referente del diseño especulativo, sostiene que imaginar futuros no es un acto aislado de visión individual, sino una práctica cultural que invita a colectivos a pensar lo improbable y a ensayar otras formas de vida. Para él, diseñar futuros implica anticiparse, prototipar, traer al presente escenarios que desafíen el statu quo, y abrir conversaciones que aún no nos atrevemos a tener.
Desde otro enfoque complementario, Fernando Flores -filósofo chileno del lenguaje y uno de los padres del coaching ontológico- nos recuerda que el lenguaje no solo describe el mundo, lo construye. Desde esa mirada, no existe un único futuro, sino muchos posibles futuros que diseñamos a partir de nuestra capacidad de conversar sobre posibilidades, de nombrar, de declarar y de comprometer. En un mundo que pareciera demandar líderes que sepan abrir mundos y no solo gestionarlos, esta mirada se vuelve esperanzadora.
Mi querida y admirada amiga Elena Espinal, pionera del coaching orientado al futuro, afirma que el futuro no es un tiempo que vendrá, sino un espacio que diseñamos con nuestras acciones de hoy. Habitar el futuro, en su propuesta, es poner el alma en eso que aún es inexistente. No se trata de evadir el presente, sino de expandirlo desde una visión que, aunque invisible, ya empieza a tener fuerza.
En este contexto, imaginar se convierte en una competencia estratégica. No está peleada con la acción, es su antesala más fértil. Con imaginación el liderazgo se transforma en diseño consciente del porvenir. Sin ella, todo pareciera volverse repetición.
Diseñar desde lo que aún no existe implica sostener una tensión creativa entre lo actual y lo posible. Pasa por preguntarnos “¿qué merece ser creado?”, además de “¿qué sigue?”, y atrevernos a responder desde una conversación comprometida con la vida, la dignidad, y la regeneración.
Liderar desde el futuro: prácticas para cultivar lo que pide nacer
Diseñar futuros es más que anticipar lo que podría pasar. Es una capacidad que se cultiva, una práctica de liderazgo que comienza por un cambio de mirada: pasar de la perspectiva (ver desde donde estoy) a la prospectiva (ver desde lo que podría llegar a ser).
Perspectiva es ubicación. Prospectiva es intención.
Cuando trabajamos desde la prospectiva, no solo reaccionamos a lo que viene, sino que aprendemos a nombrar señales, imaginar escenarios y crear condiciones para que emerja lo deseable.
Más que predicción, necesitamos imaginación informada, pensamiento ético y disposición para ensayar realidades aún no existentes.
Como sugerí en mi artículo sobre protopía, no se trata de tener todas las respuestas, sino de ensayar mejoras continuas, modestas y posibles, desde una visión colectiva y ética del porvenir.
Aquí algunas prácticas y marcos que pueden ayudarnos a cultivar esa capacidad:
Futuros posibles, probables y preferibles. Sohail Inayatullah, uno de los pioneros en estudios de futuros, propone diferenciar entre futuros posibles, probables y preferibles. Estos conceptos forman parte de su marco conocido como “Triángulo del Futuro”, que ayuda a visualizar cómo el pasado, el presente y las visiones de futuro interactúan para dar forma al devenir. Una brújula útil para anclar el deseo sin perder de vista el contexto, y para recordar que no todo lo que es posible o probable es necesariamente lo que preferimos construir.
Backcasting. Visualizar un futuro deseado y “viajar hacia atrás” (tipo Volver al Futuro) para descubrir qué decisiones en el presente podrían hacerlo realidad. Más que una técnica, es una forma de pensar el tiempo al revés: comenzar por lo que anhelamos y luego preguntarnos qué pasos lo vuelven posible. Una herramienta potente para la planificación estratégica orientada por propósito.
Escenarios múltiples. Explorar futuros diversos evita quedar atrapados en un único camino predeterminado. Esta práctica clave en el diseño de futuros, nos prepara para navegar la complejidad con flexibilidad, creatividad y resiliencia. Como propone Stuart Candy, se trata de pensar con el futuro, no solo sobre él: ensayar posibilidades para expandir el rango de lo pensable y lo actuable.
Teoría U de Otto Scharmer y Joseph Jaworky. Un proceso para soltar patrones del pasado, conectar con lo emergente y cocrear desde la escucha profunda. No se trata de predecir, sino de abrir espacio a lo que quiere nacer, desde la escucha plena del sistema y de uno mismo. La U propone un movimiento en tres grandes fases:
· Soltar (sensing): observar sin juicio, abrir la mente, el corazón y la voluntad.
· Presenciar (presencing): conectar con la fuente, ese espacio de quietud donde emerge lo nuevo.
· Actuar (realizing): co-crear prototipos que encarnen futuros deseables desde una acción alineada.
Conversación generativa. Desde la Ontología del Lenguaje, conversar no es solo intercambiar información, sino generar realidad. Hablar es intervenir en el futuro. Promesas, declaraciones y compromisos abren o cierran horizontes posibles. En tiempos complejos, cultivar conversaciones generativas -basadas en confianza, sentido compartido y posibilidad- es clave para cocrear lo que aún no existe.
Liderar desde lo emergente también requiere cultivar nuevas capacidades individuales y colectivas. Algunas esenciales:
Escucha expandida: captar lo que no se dice, leer señales, interpretar movimientos sutiles en el entorno.
Alfabetización de futuros: imaginar escenarios posibles sin caer en el catastrofismo o la ingenuidad.
Sensibilidad ecológica y sistémica: reconocer las interdependencias entre lo organizacional, social, emocional y ambiental.
Presencia generativa: sostener la atención plena en el presente para facilitar que emerja lo nuevo.
Ética anticipatoria: preguntarnos no solo qué se puede hacer, sino qué se debe hacer. Qué valores guían nuestras decisiones de hoy.
Cocreación radical: abrir espacios de construcción colectiva con otros, como en los modelos de código abierto. Nadie diseña el futuro en solitario.
Diseñar desde lo que aún no existe no es construir una utopía inalcanzable ni temer una distopía inevitable. Es comprometerse con una visión que, como la protopía, mejora lo existente de forma continua, significativa y sostenida.
Fernando Flores nos invita a mirar los horizontes del posible mañana no solo desde capacidades y marcos metodológicos, sino también desde ciertas sensibilidades humanas fundamentales. Recuerdo especialmente tres que marcaron mi camino:
Abrazar la incertidumbre como parte de la aventura de la vida.
Gratitud histórica, como conexión viva con qué y quiénes nos precedieron.
Amor profundo por las generaciones futuras, en sintonía con la esperanza radical.
¿Qué historias necesitamos contar para ensanchar lo posible?
¿Qué conversaciones podríamos facilitar hoy que siembren semillas de futuro?
Martin Buber decía “Lo que está por venir vendrá solo cuando decidamos lo que somos capaces de querer”. Para él, no toda voluntad es igual: distinguía entre una “voluntad no libre”, dominada por las cosas y los instintos, y una “gran voluntad”, que se cultiva con los años. Esa gran voluntad nace de desarrollar la capacidad de escuchar lo que emerge, de atender al curso profundo de estar en el mundo.
Liderar desde el futuro también implica eso: no imponer una visión, sino aprender a sintonizar con lo que quiere nacer. No desde el control, sino desde una voluntad lúcida, conectada con lo vivo y con aquello que, aunque aún no es, ya está pidiendo ser.
En medio de tanto caos, desconcierto y aceleración, tal vez el acto más radical sea aprender a hospedarnos en el umbral de lo desconocido, cuidar lo invisible que nos sostiene y cocrear aquellos mundos a los que queremos pertenecer.
Si el futuro no se espera sino que se encarna, me pregunto ¿Desde qué lugar estoy decidiendo hoy? ¿Qué futuros estoy reforzando o creando sin saberlo?
Mi invitación es detenernos a pensar con profundidad no solo por lo que viene,
 sino quiénes estamos siendo hoy para acercar ese futuro que aún no se ha desplegado y quiénes queremos ser cuando llegue.
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