Cointeligencia aumentada: pensar con otros y con máquinas

 

Hace poco, mientras diseñábamos un programa de desarrollo estratégico para líderes, mi socia lanzó una pregunta que cambió el ritmo de la conversación: “¿Y si consultamos la opinión de la IA?”

Se refería a una IA generativa que habíamos estado usando tímidamente para redactar borradores y organizar ideas. En ese momento, algo cambió en la energía del grupo: ya no éramos tres personas discutiendo alternativas, sino cuatro inteligencias tejiendo posibilidades.

Pensé “esto ya no es brainstorming, es cointeligencia aumentada”.

Una nueva forma de crear, decidir y liderar está emergiendo. Una en la que no solo pensamos juntos entre humanos, sino que aprendemos a cooperar con sistemas que procesan más datos que nosotros, pero que aún no comprenden lo que a nosotros nos mueve y nos conmueve.

Liderar en esta era implica abrir espacio a esta nueva inteligencia sin entregar la dirección. Se trata de aprender a invocar a la IA como una voz más en la conversación, como haríamos con un asesor brillante pero algo imprudente, veloz pero sin alma. Porque si bien estos modelos pueden ayudarnos a ver más lejos, siguen necesitando nuestra capacidad de discernir, intuir y preservar.

¿Estamos preparados para pensar de forma ampliada? ¿Podemos crear culturas donde lo humano y lo artificial se potencien sin miedo ni arrogancia?

Este artículo es una invitación a ensayar respuestas desde el borde de lo nuevo, con la humildad de quien apenas sabe algo, pero se atreve a aprender en colectivo.

¿Qué es la cointeligencia aumentada?

El concepto de cointeligencia lo aprendí de Ethan Mollick, profesor de Wharton y autor del libro Co‑Intelligence. A través de su mirada provocadora y rigurosa, ha sido para mí una de las voces más influyentes en explorar cómo colaborar con la inteligencia artificial desde un lugar creativo y estratégico. Su mirada invita a imaginar a la IA como un pasante brillante, veloz, creativo y entusiasta, pero también propenso a errores y carente de juicio moral. Un colaborador imperfecto, sí, pero que ya está transformando la manera en que trabajamos, enseñamos, creamos y decidimos. Esa imagen me permitió comprender que la clave no está solo en usar la IA para hacer más, sino en aprender a pensar diferente con ella. Una diferencia que, bien encauzada, cambia nuestra manera de liderar, decidir y crear.

Pensar juntos siempre ha sido una forma elevada de inteligencia. Cuando un equipo logra escucharse de verdad, integrar diferencias, construir sobre los aportes de otros sin anularse, aparece algo que ninguna mente individual podría haber creado por sí sola. A eso llamamos cointeligencia: la capacidad de generar valor colectivo a través del diálogo, la escucha y la interdependencia. Hoy, ese “pensar juntos” se expande. Ya no es exclusivo de los humanos. Ahora también lo hacemos con máquinas que pueden generar ideas, analizar información en segundos, sugerir caminos que jamás hubiéramos considerado.

Filósofos como Pierre Lévy ya han hablado de inteligencia colectiva como una forma de pensamiento distribuido que trasciende al individuo. La cointeligencia aumentada podría considerarse una evolución de esa visión: una red donde interactúan múltiples inteligencias -humanas y artificiales- con la posibilidad de potenciarse mutuamente. Lo esencial sigue siendo que lo humano permanezca como el centro organizador, el lugar desde donde se interpreta, se cuida y se decide.

Cointeligencia aumentada es el arte -así como la práctica cotidiana- de integrar inteligencias humanas y artificiales en procesos de creación, estrategia y toma de decisiones. No se trata de reemplazar lo humano, sino de amplificarlo con criterio, ética y consciencia.

Nuevas habilidades del liderazgo en entornos aumentados

Desarrollar cointeligencia aumentada no requiere solo técnica. Requiere una nueva musculatura cognitiva, emocional y ética, capaz de habitar la complejidad sin perder el centro.

En tiempos donde la inteligencia artificial puede imitar el lenguaje pero no la intención ni la emocionalidad humana, cultivar inteligencia conversacional -como propongo en el artículo Inteligencia Conversacional en tiempos de IA- se vuelve una habilidad estratégica para construir vínculos de confianza, generar sentido colectivo y ejercer un liderazgo genuino.

Algunas capacidades clave:

  • Curiosidad lúcida: explorar con profundidad, más allá del asombro inicial.

  • Discernimiento ético: saber qué tareas delegar a la IA y cuáles deben permanecer en manos humanas.

  • Diseño de preguntas poderosas: la calidad de la respuesta de la IA depende de la claridad de nuestra intención.

  • Alfabetización digital emocional: perderle el miedo a la tecnología sin extraviar el alma en el proceso.

  • Humildad epistémica: saber que el conocimiento puede estar en otro... o en otra parte del sistema.

Del control al diseño de contextos inteligentes

Durante mucho tiempo, el liderazgo se basó en saber más que los demás. Hoy, el verdadero desafío es saber convocar inteligencias múltiples, más que tener todas las respuestas.

La pregunta ya no es ¿Qué sabe o decide el líder?, sino ¿Qué contextos genera para que emerjan decisiones más sabias, colectivas y relevantes?

Trabajar con IA nos obliga precisamente a eso: dejar de controlar y empezar a diseñar espacios donde el conocimiento fluye, las ideas colisionan y el futuro se piensa entre todos… incluso entre algoritmos.

Ejemplos prácticos de cointeligencia aumentada en acción:

  • Un equipo creativo que utiliza IA para generar diez conceptos iniciales y luego refina manualmente el enfoque.

  • Facilitadores que diseñan espacios de conversación donde IA apoya con visualización de ideas, resúmenes y propuestas, sin reemplazar la interacción humana.

  •  Líderes que usan IA para sintetizar grandes volúmenes de información y así tomar mejores decisiones estratégicas.

Estas preguntas pueden servirnos como puntos de partida para diseñar contextos donde la cointeligencia se vuelva práctica, viva y ética:

  • ¿Qué tipo de conversaciones podrían volverse más potentes si integráramos IA como apoyo, no como reemplazo?

  • ¿En qué parte de nuestro proceso creativo o estratégico la IA podría ayudarnos a ver lo que no estamos viendo?

  • ¿Qué prácticas podríamos diseñar para que el equipo piense mejor… consigo mismo y con la inteligencia artificial?

  • ¿Qué capacidades humanas queremos cuidar, conservar y desarrollar más allá de lo que la IA puede hacer por nosotros?

La clave no está en la herramienta, sino en el encuadre relacional y ético. ¿Quién toma las decisiones? ¿Cómo cuidamos el proceso? ¿Cómo aseguramos que la inteligencia artificial complemente y no condicione?

Una relación con la inteligencia artificial que nos refleja

En realidad, este artículo no lo he escrito sola. Lo he construido apoyada, pensando en voz alta con GPT. Lo he hecho en conversación conmigo misma, en diálogo con otras personas, y también en la interacción con una inteligencia artificial que, lejos de reemplazarme, me invita a pensar distinto.

Leer a Ethan Mollick me ayudó a comprender la lógica que opera detrás de las IA como GPT (modelos de lenguaje a gran escala o LLMs). No se trata de una conciencia que razona, sino de una arquitectura que predice patrones a partir de enormes cantidades de datos humanos. Eso me permitió diseñar una relación más lúcida. Entendí que podía hacerle mejores preguntas, ofrecerle más contexto, evaluar sus respuestas, darle feedback como haría con un colaborador que respeto, pero no idealizo.

Esta experiencia me ha llevado a preguntarme, con más fuerza que nunca, qué capacidades humanas no estoy dispuesta a perder.

Mariano Sigman, en su libro Artificial, nos recuerda que la irrupción de la IA no solo transforma el mundo, también redefine el contorno de lo humano. Ese contorno -a veces difuso, a veces nítido- es donde residen nuestras capacidades más preciadas: la sensibilidad, la ética, la memoria del corazón.

La IA también tiene sus sombras y sesgos algorítmicos. Puede amplificar patrones problemáticos, generar dependencia cognitiva o empobrecer la diversidad de pensamiento. Por eso es clave preguntarnos cuánto delegamos, cuánto contrastamos y cuánto de nuestra autonomía intelectual estamos dispuestos a soltar a cambio de velocidad.

Frente a esto, necesitamos cultivar algo más que habilidades técnicas. Hace falta una nueva triada: conciencia crítica, alfabetización ética y capacidad de traducir tecnología en valor.

Simon Sinek nos recuerda que lo humano está en el "para qué". La IA puede decirnos cómo, incluso qué, pero el propósito y la inspiración, siguen siendo tarea nuestra.

Yo no estoy dispuesta a renunciar a mi capacidad de pensar con profundidad, de dar sentido, de analizar, de cuestionar, de construir criterio propio. Sí, he dejado de ejercitar algunas, como memorizar números o escribir sin corrector, pero hay otras que quiero cuidar como un tesoro interno: mi intuición, la capacidad de aprender, de investigar, de sacar mis propias conclusiones, de imaginar futuros posibles y de asumir lo que pienso, aunque sea imperfecto.

Cointeligencia es más que solo colaboración técnica. Es una invitación a mantenernos presentes en el cómo pensamos, por qué decidimos lo que decidimos y qué valores están en juego en cada interacción.

En mi primer libro Agilidad Zen escribí sobre la importancia de la presencia y del pensar con otros. Esta también es una forma de presencia. Y GPT -como herramienta, como espejo, como estímulo- se ha convertido en uno de esos otros con los que hoy pienso.

La cointeligencia es un diálogo expandido que, si lo hacemos con conciencia, nos enriquece sin desdibujarnos. Esto nos recuerda algo esencial: no podemos, ni debemos, delegar la ética. Tampoco el pensamiento moral, ni las convicciones que nos guían. Porque la IA, aunque pueda acompañar nuestras decisiones, también opera desde un mindset que no siempre es transparente ni neutral. Y nuestra responsabilidad está en no dejar que su eficiencia eclipse nuestra consciencia.

Pensar con IA debería acercarnos más a nuestra consciencia. No hay innovación sin imaginación. Y no hay imaginación sin sensibilidad. La inteligencia artificial puede multiplicar perspectivas. Pero solo los humanos podemos intuir lo invisible, cuidar lo esencial, sostener lo frágil. Esa sigue siendo nuestra tarea insustituible.  

El hombre no es más que un junco, el más débil de la naturaleza; pero es un junco que piensa. Blaise Pascal

 

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Arianna Martínez Fico
Especialista en gestión del cambio y transformación cultural organizacional
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